
(Enviado especial a Madrid) Por el cambio climático, Argentina estuvo al borde del default con el Fondo Monetario Internacional (FMI), como consecuencia de una abrupta sequía que afectó las reservas del Banco Central. El gobierno de Jair Bolsonaro destruyó miles de hectáreas en la Amazonia y desde ese momento Brasil mutó para siempre. Y en el Caribe, las tormentas fuera de control se comen las playas y el futuro inmediato. Todo es consecuencia del calentamiento global, y el informe presentado ayer por la CAF describe una panorama distópico que se agravará con el paso del tiempo y la ausencia de políticas coordinadas entre la región y los países más desarrollados.
La guerra ilegal que libra Rusia contra Ucrania afectó las metas pautadas por el Acuerdo de París, y los organismos multilaterales de crédito -FMI y el Banco Mundial- reaccionan lento ante una realidad que avanza como una ola sin control. Los estados con mayor capacidad industrial cargan con la mayor cantidad de emisión de carbono, mientras que América Latina paga esa evitable consecuencia con inundaciones, sequías, pobreza y altas temperaturas causadas por el efecto invernadero.
Los ministros de Economía y Finanzas de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y la Unión Europea (UE) se encontrarán este fin de semana en Santiago de Compostela. Será una reunión “informal” entre ambos bloques geopolíticos, pero su agenda es clave para iniciar una hoja de ruta que permita a la región encontrar soluciones que dependen -en este caso- de la voluntad institucional de Europa.
Cuando terminó la secuencia más compleja de la pandemia del COVID-19, Kristalina Georgieva anunció un fondo de resiliencia destinado a compensar el gasto multimillonario ejecutado por los países -pobres y ricos- que integran el sistema global. Sin embargo, la normativas vigentes determinaron que esas partidas extras aportadas por el FMI quedaran entrampadas y no fluyeran de las naciones más desarrolladas a los países pobres o de medianos ingresos.
La Cumbre de Santiago de Compostela, que encontrará en un espacio común a los ministros de Economía de la CELAC y de la UE, puede promover una agenda que destrabe esas partidas muy necesarias para aplicarlas -en esta oportunidad- a iniciativas vinculadas al cambio climático. Se trata de una decisión política que puede evitar que se profundice el calentamiento global y se agraven sus efectos sociales y económicos en la región.

“América Latina y el Caribe tiene la capacidad de aportar soluciones globales al desafío del cambio climático, gracias a su rica biodiversidad, a su gran cantidad de recursos naturales y a la riqueza de sus ecosistemas naturales. El Reporte de Economía y Desarrollo (RED) es un gran aporte para que los gobiernos de la región puedan diseñar políticas públicas de primer nivel, basadas en diagnósticos de calidad que aportan datos y análisis necesarios para comprender el problema íntegramente”, señaló Sergio Díaz-Granados, presidente ejecutivo de CAF.
El informe presentado por la CAF tiene 40 páginas y describe un cuadro de situación que coloca a América Latina en una encrucijada que tiene final abierto. Si no se coordinan las políticas de estado y las inversiones a corto, mediano y largo plazo, el futuro regional se conjugará en términos de sequía, altas temperaturas, inundaciones, desplazamientos masivos de las poblaciones y una crisis económica profunda y prolongada.
El Reporte de Economía y Desarrollo (RED) presentado ayer sostiene:
-”Se espera que las precipitaciones aumenten en las costas de Perú y Ecuador, la cuenca del Río de La Plata y el noreste de Argentina, y disminuyan en el norte de Sudamérica, el Caribe, Centroamérica, parte del Amazonas, el noreste de Brasil, el centro y sur de Chile y el sur de Argentina. Como consecuencia, la aridez aumentará en casi toda la región, con excepción de las costas de Perú y Ecuador.
-También está aumentando la frecuencia y la intensidad de eventos climáticos extremos, como los ciclones tropicales, las inundaciones y sequías, los incendios forestales y las olas de calor. La cantidad de eventos climáticos extremos en América Latina y el Caribe pasó de 28 por año durante el período 1980-1999 a 53 por año en el período 2000-2021.
-La población afectada aumentó de 4,5 a 7,2 millones de personas por año en los mismos períodos. Los eventos más frecuentes son las inundaciones y los ciclones tropicales y estos, junto con las sequías, son los que más población afectan cada año (gráfico 2).
-La capacidad de hacer frente a las amenazas climáticas y adaptarse a ellas es menor en las regiones con altos niveles de pobreza y desigualdad, debilidad institucional y bajos niveles de acceso a servicios básicos y capacidades estatales. La presencia de estos déficits de desarrollo en numerosos países y comunidades de la región, especialmente en las comunidades indígenas, los ubica entre los más vulnerables del mundo al cambio climático.
-El aumento gradual de las temperaturas medias y el cambio en los patrones de precipitación, con el consiguiente aumento de la aridez en algunas zonas, el mayor riesgo de sequías y la mayor incidencia de plagas y enfermedades de los cultivos, afectan negativamente el rendimiento de los cultivos y reducen la superficie apta para la producción.
-El aumento de las temperaturas y la mayor fluctuación de las precipitaciones constituyen una amenaza para los recursos hídricos, especialmente donde no existe capacidad de almacenamiento o regulación del agua (Vicuña et al., 2020). Uno de los sectores productivos que puede verse más afectado es la agricultura, que explica alrededor del 70 % del uso total de agua en la región.

-El calor extremo tiene consecuencias adversas para la salud de la población, con impactos más severos en los grupos vulnerables, como los adultos mayores, los niños y las personas con enfermedades de base o crónicas (Deschênes, 2014; Deschênes y Greenstone, 2011). La deficiente cobertura y calidad de los sistemas de salud en la región dejan en una situación de alta vulnerabilidad a vastos sectores de la población.
América Latina y el Caribe ha generado el 11 % del carbono acumulado en la atmósfera, mientras que el 45 % de las emisiones históricas de CO2 proviene de los países desarrollados y el 24 % de los países en desarrollo de Asia y el Pacífico, región que incluye a países de altas emisiones en los últimos 50 años, como China e India.
-América Latina y el Caribe aún no ha superado los desafíos del bajo crecimiento económico y la alta desigualdad. A estos retos pendientes se suman las necesidades de adaptarse al cambio climático, mitigar las emisiones y preservar la biodiversidad y el capital natural de la región. Existen fuertes tensiones entre estos nuevos y viejos retos, ya sea porque los escasos recursos deben repartirse entre crecientes necesidades, porque las necesidades de inversión son formidables o porque los avances en una dimensión implican retrocesos en otras.
-En ausencia de medidas de adaptación, el cambio climático podría hacer que entre 2,4 millones y 5,8 millones de personas de América Latina y el Caribe caigan en la pobreza extrema para 2030 (Jafino et al., 2020). En este sentido, focalizar las políticas de adaptación en la población más vulnerable, que ha contribuido poco a generar el calentamiento global es, además, un objetivo de justicia climática”.