
Después del recambio en el Palacio de Hacienda, y pasada la mayor crisis política y económica de la historia del Frente de Todos, el kirchnerismo decidió endurecer su discurso frente al debilitado presidente Alberto Fernández y al flamante ministro Sergio Massa, de quien desconfían. En un clima de fin de año complicado por la escalada de la conflictividad social y sindical, el objetivo de fondo es resguardar el caudal electoral del espacio duro del Gobierno de cara a las próximas elecciones. Cristina y Máximo Kirchner tienen cada vez menos expectativas de llegar a las generales de 2023 lo suficientemente fuertes como para retener el poder a nivel nacional, y aspiran, como mínimo, a fortalecer el voto propio y pelear el avance de la izquierda en la Provincia de Buenos Aires.
En La Cámpora admiten que el Presidente recibió una herencia económica complicada de Mauricio Macri y que la pandemia trastocó todos los planes durante el primer tramo de mandato, dos argumentos harto repetidos desde la Casa Rosada para justificar la crisis. Pero aún no le perdonan a Alberto Fernández el ritmo que le imprimió a la gestión, y con cada mes que transcurre, se convencen de que cada una de las intervenciones de Cristina Kirchner, desde la condena contra los “funcionarios que no funcionan”, al pedido de que “agarre la lapicera”, fueron acertadas.
Por eso, pasado el vendaval de la corrida cambiaria de hace dos meses, hay una bajada de línea clara desde el Senado y desde la cúpula de La Cámpora para terminar con la tarea de demolición que comenzó Cristina Kirchner a fines de 2020, cuando empezó a dudar de la efectividad de la gestión nacional para retener votos.

Si bien Alberto Fernández cedió, restringió sus actividades y bajó el tono político de sus discursos, en el kirchnerismo creen imperioso terminar de avanzar, antes de fin de año, sobre los últimos bastiones que le quedan a la Casa Rosada. Es decir, los ministerios de Trabajo y de Desarrollo Social, que comandan Claudio Moroni y Juan Zabaleta.
En el caso del primer ministro hay, nuevamente, resistencia de parte de Alberto Fernández, esta vez envalentonado por el apoyo de la CGT de los gordos. “No se va a ir, que nadie se preocupe”, dijeron el viernes en Balcarce 50, después de casi diez días de desgaste contra el amigo del Presidente.
Sin embargo, admiten que están en alerta. Los inquieta que, en un fin de año complicado, La Cámpora haya instaurado una alianza, por ahora provisoria, con Pablo Moyano. En especial porque el camionero adoptó, más visiblemente en el último tiempo, una línea combativa, dura en comparación con el perfil dialoguista de sus pares de la central sindical, Héctor Daer, de Sanidad, y Carlos Acuña, el jefe de los trabajadores de Estaciones de Servicio, ambos cercanos a Alberto Fernández.
La unión de La Cámpora con el moyanismo se verá condensada en el acto que preparan juntos en la Plaza de Mayo, y que inquieta particularmente a la Casa Rosada. Mientras intentan defender a Moroni y negocian para ubicar a un referente propio en lugar de Juan Zabaleta, que ya tiene decidido regresar a Hurlingham, buscan disuadir a La Cámpora de la exclusión del primer mandatario del acto por el Día de la Lealtad.
Para la icónica fecha, el destino del Presidente es incierto. Aún existe la posibilidad de que viaje a Tucumán para participar del acto de los gobernadores del PJ, o de que busque el abrazo de los gordos de la CGT, que tendrán su propia demostración de fuerza en el Estadio Obras. Pero el escenario ideal en el círculo de Olivos, dicen, es evitar que las divisiones del Frente de Todos queden a la luz del día en la jornada anual de importancia central para el peronismo.
Debate K
En contraste con la evaluación sobre Alberto Fernández, en lo que respecta a la mirada sobre Sergio Massa, las posiciones en el kirchnerismo no son unánimes. Si bien Cristina Kirchner esbozó una crítica contra su gestión a través de un tuit dirigido a la Secretaría de Comercio, y de que Máximo Kirchner lo atacó indirectamente en su último acto en Morón, hay sectores en el espacio duro del Gobierno que esbozaron malestar ante la posibilidad de que la interna K con Economía escale. “Los compañeros están preocupados. Preguntan si ahora lo va a salir a matar a Massa, no les cierra. No sabemos qué contestarles, porque en cierta forma pensamos, igual que ellos”, dijo un funcionario camporista de la primera hora.
El reclamo de fondo que le hacen Cristina Kirchner y La Cámpora a Massa es, en definitiva, el mismo que le planteaban al tándem Alberto Fernández-Martín Guzmán. Le exigen que se ocupe de paliar, concretamente, la merma del poder adquisitivo en los sectores medios, bajos y muy bajos frente a la inflación, más allá del acuerdo con el FMI. Un funcionario lo resumió con una frase: “Ahora que consiguió los dólares, que los largue”. En el kirchnerismo desconfían de los planes para el uso de las reservas frescas que consiguió el tigrense.
Massa, con inédito bajo perfil, aunque deja que se monitoreen sus movimientos, es quien decide y firma las resoluciones de la cartera, e intenta mantener cierta independencia. Esta semana volverá a viajar a Washington, donde podría encontrarse, nuevamente, con Kristalina Georgieva. Y si bien su primer acercamiento a la titular del FMI no tuvo reproches, un nuevo encuentro con la líder del cuestionado organismo en menos de dos meses podría tener consecuencias políticas en la interna del Frente de Todos.

El mando de “la jefa” no suele cuestionarse abiertamente en la agrupación de Máximo Kirchner. Pero aquel mensaje donde Cristina Kirchner le marcó la cancha a Massa sobre las políticas para paliar la indigencia provocó alarma entre los mandos medios de la dirigencia K. “Hay una sensación, al menos con la economía, de que hay que parar con las internas. El pedido de unidad realmente viene desde abajo, porque hay miedo en serio de que vuelva Macri si competimos divididos”, dijo un funcionario camporista. Coincidió, así, con el predicamento del ministro de Obra Pública y referente de San Martín, Gabriel Katopodis, el único alfil de Alberto Fernández que nunca fue cuestionado por el kirchnerismo -al menos abiertamente-, quien resumió sus ideas hace algunos meses con una ilustrativa frase: “Si no nos unimos, nos van a cagar a palos”.
Proyecciones electorales
De todas formas, en el kirchnerismo hay pocas esperanzas de ganar la Presidencia en 2023. “Si le preguntamos al 80 por ciento de los nuestros, van a decir que no hay chances”, dijo un importante dirigente K. En esa reflexión están ancladas las dudas sobre la candidatura de Cristina Kirchner, que aún no confirma ni niega si se postulará por el cargo mayor, a pesar de que se instaló desde hace meses un operativo clamor para perfilarla. El motivo de la incertidumbre, dicen en su entorno, responde a que no está definida desde el punto de vista “personal”. Pero atribuyen la falta de determinaciones, sobre todo, a los números complicados que les devuelven las encuestas. “Cristina nunca va a jugar para arriesgarse perder, y nadie quiere que lo haga porque es lo más importante que tenemos”, dijo un fiel dirigente.
Con poco optimismo sobre la Nación, todos los esfuerzos apuntan a retener, sí, la provincia de Buenos Aires. En principio, con Axel Kicillof como principal candidato, porque es el dirigente que mejor mide en las encuestas. Desde la polémica tras la derrota en las Legislativas, el gobernador bonaerense mejoró su relación con Máximo Kirchner, lo cual le allanó el camino para 2023. Un hombre del camporismo que frecuenta La Plata desestimó cualquier versión que indique que el gobernador bonaerense pueda jugar por la Presidencia. “Si lo mandan a la Nación, va a ser porque se lo quieren sacar de encima”, deslizó el funcionario.
En las últimas horas, Kicillof se vio sacudido por el escándalo que provocó el operativo de seguridad en el partido Boca-Gimnasia en La Plata, el jueves. Por ahora, espera una señal de Cristina Kirchner sobre cómo actuar frente a las exigencias para que desplace al ministro de Seguridad, Sergio Berni, uno de los protegidos de la vicepresidenta. Su salida es un pedido que no sólo plantea la oposición, sino la dirigencia propia, inclusive, aunque por lo bajo, La Cámpora.

Cambios en el Gabinete
En el espectro económico, en Hacienda tienen confianza en que no se seguirá postergando del debate del Presupuesto que presentó Sergio Massa, gracias a los acuerdos que vienen tejiendo con Juntos por el Cambio, pero muestran apremio. Si el oficialismo no lograra aprobarlo antes de fin de año, se tornaría difícil el desembolso de las partidas de diciembre, lo cual representaría un golpe para el ministro que aún está en período de prueba, a pesar de que es el último cartucho del Frente de Todos para enfrentar la crisis.
Por si fuera poco, en el ajetreado clima de fin de año, el jueves se conocerá la nueva cifra de inflación, que nuevamente aparece proyectada por encima del 6 por ciento, y podría alcanzar el 8 por ciento en alimentos. Nadie aspira ya a que Economía logre bajar del 100 por ciento el acumulado anual. Pero temen por las consecuencias políticas del más reciente -y esperable- revés económico. Teniendo en cuenta los últimos posicionamientos del kirchnerismo, en Hacienda y en Balcarce 50 no descartan que la publicación con los datos de septiembre del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) llegue acompañada de un nuevo cuestionamiento del ala dura del FDT.
La agenda de los próximos días se perfila complicada para la Casa Rosada. Además de las discusiones sobre Moroni y Zabaleta, en el flanco político, Alberto Fernández debe definir a la sucesora, en el Ministerio de la Mujer, de Elizabeth Gómez Alcorta, que renunció el viernes con una denuncia sobre la violación de los derechos humanos de las mujeres detenidas y trasladadas en el operativo contra las ocupaciones de grupos autodenominados mapuches en Villa Mascardi.
El de Gómez Alcorta fue un cuestionamiento directo a las fuerzas federales que responden a su -hasta ayer- par de Seguridad, Aníbal Fernández. Pero el Presidente decidió privilegiar, entre ambos funcionarios, a uno de los pocos hombres fuertes que aún responden a su alicaído mando. Este fin de semana se encontraba abocado a definir si transformar la cartera en una secretaría para ahorrar gastos -la portavoz, Gabriela Cerruti, lo negó tajantemente en su cuenta de Twitter-; o bien mantenerla en el mismo rango. Los anuncios sobre el cambio ministerial se harán el martes, informaron desde la Casa Rosada, sin brindar mayores precisiones sobre nombres y estructuras, porque aún se están negociando.
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